(Extracto nº 15 del libro de Benigno Varillas «Magdalenia, los últimos de la estirpe de los Libres», cuya primera edición ha sido publicada el 14 de marzo de 2025):

«(…)

––Este fin de semana vendrán vuestros padres a por vosotros para llevaros a casa de vacaciones. Aprovechad el descanso veraniego para recuperar fuerzas. No olvidéis repasar los libros que si no en septiembre se os habrá olvidado todo.

Los gritos de alegría de los mozalbetes podían oírse varias manzanas más allá del internado.

Fel se sube al taxi con su padre, en el asiento de atrás.

––Bueno, en marcha, dice su progenitor al taxista.

––Papá ¡que me puedo ir a casa! ¡Irme al pueblo! 

––Bueno, hay una sorpresa que te va a gustar, ahora que eres mayor y has conocido la ciudad. Nos hemos mudado a la villa, que es ya una urbe. Te va a encantar. Mucho más adecuada para tu edad que un pueblo.

––¿Qué? ¿No vamos a Poz? 

––No, vamos a La Villa.

––No, no puede  ser. Yo quiero estar en el campo.

Fel mira horrorizado el portal y la escalera que sube hasta el nuevo piso de sus padres, en una céntrica y concurrida calle de la villa. Desde la salita de estar del nuevo piso contempla la calle, donde circulan incluso algunas camionetas y vehículos. El horizonte son ventanas y más ventanas de las casas de enfrente. Un entorno urbano y gris, opuesto al de su pueblo natal.

––Mira Lara, este es Fel, nuestro hijo mayor.

––Mucho gusto en conocerle señorito.

––¿Y Nora? ¿No está Nora?, pregunta Fel alarmado.

––Se quedó en el pueblo. No quiso mudarse a la villa.

––¿Podré ir al pueblo a ver a mis amigos?, dice desolado.

––Claro que podrás. Si quieres mañana mismo vamos en el autobús de línea, le dice su madre al ver la decepción y el abatimiento que inunda a su hijo del alma.

Fel contempla las montañas desde la ventana de su casa de Poz y los bandos de vencejos que pasan chirriando por delante de los cristales de su habitación de la infancia.

––Menos mal que tenemos nuestra casa, dice a su madre. 

––Podemos venir cuando quieras. Has cumplido 14 años y eres ya mayor para venir tú solo. Coges el autobús de línea, duermes aquí y comes en casa de la tía.

––Pues me quedo ya, hoy mismo, si quieres. Vuélvete tú sola a La Villa, que yo prefiero estar aquí para poder charlar con mis amigos e ir con ellos de nuevo a la cueva de la Verana, subir al Páramo y bajar a bañarnos al río.

En la calle Fel se tropieza con Nora.

––¡Nora!, ¡Nora! ¡Qué ganas tenía de volver a verte!

––¡Fel, Fel! ¡Qué alegría que estés de nuevo por aquí! ¡Pero qué estirón has dado! Estás hecho un mozo. ¿Y cómo es que andas por el pueblo, si ahora vivís en La Villa?

––Vine con mamá, de visita. 

––Tenía miedo de que no volvieras, le dice Nora.

––¿Y ahora, dónde vives, con quién estás?

––Me fui a vivir con la Berta que está muy mayor y necesita alguien que le haga la compra, limpie, cocine y le traiga las plantas medicinales, que ella ya no está para andar por el monte buscándolas. A mí me gusta y se me da bien.

––Quiero que me acabes de contar el Cuento de Lobos.

––Pero si ya tú lo estarás completando por tu cuenta.

––No, no. Hoy te pasas por casa después de comer y me lo acabas de contar tú.

––Pero qué chico. Tan mandón como siempre. Pasaré a saludaros, que hace mucho que no veo a tu madre.

Horas después Nora llama a la puerta de la casa de Fel. Entra y saluda desde el rellano de la escalera.

––¡Hola!, ¿Hay alguien en la casa?

––Sube, que estoy arriba.

––¿Pero dónde está tu madre?

––Se fue ya en el autobús para La Villa.

––Vaya, yo que venía a verla y quería saludarla.

––¿No venías a acabar de contarme el cuento?

––Pero Fel, eres ya demasiado grande. Se narra a los niños pequeños. Antes de los 12 años de edad sirve para traspasar la información. Luego también, pero cuando se es mayor se capta por otros medios, ya lo estarás comprobando.

––Anda, sigue contándomelo, no te hagas de rogar.

Nora suspira, como si no quisiera.

––He estado en el internado… fastidiado por esos curas, queriendo volver al pueblo, esperando a que todo vuelva a ser como siempre y resulta que ya nada es como antes.

––Bueno, pero eres ya demasiado grande como para contarte cuentos con la misma técnica que cuando eras pequeño, así que, para que mi voz retumbe en tus oídos, como siempre, iremos a la cueva de los murciélagos, que tiene la acústica necesaria y es, además, donde siempre se hizo en el pasado la transferencia de datos de unos cerebros a otros.

Una vez allí, sentado en la misma piedra en la que fue iniciado, Nora le mira, hasta que rompe el silencio.

––Pero no sé por dónde íbamos.

––Sibila perdió el miedo a cazar ovejas, dice Fel.

––Ah, sí. Pues ahí sigo. Cazar ovejas es más complicado que cazar animales salvajes. Las ovejas están protegidas por pastores y mastines. Pero algo providencial ocurrió. 

Sibila, la loba, conoce a Siba, niña superviviente de la etnia paleolítica no contactada recolectora–cazadora

AVISO IMPORTANTE: En este capítulo el Cuento de Lobos desdobla a la protagonista en una loba y en una mujer, una niña que rescata y unen su destino.

Sibila, la loba, conoció a Siba, la niña superviviente de las recolectoras–cazadoras que habitaban estas tierras. La encontró en la surgencia de un aliviadero del lago subterráneo que hay debajo del Páramo, al que fue a dar al escapar de sus perseguidores tirándose por una torca. 

Ambas estaban solas y eso les llevó a establecer una alianza. Unieron fuerzas para cazar y mejorar su capacidad de alimentarse. La dos tenían mermadas sus facultades, una por coja, la otra por tener tan solo 11 años de edad. 

Siba y Sibila estaban un buen día acechando a una oveja rezagada. El rebaño se adelantó y perdieron de vista al pastor y a los perros que iban delante. Siba cortó el paso a la oveja mientras la loba la sacrificó mordiéndole el cuello. 

Bebieron la sangre que manaba. La loba desgarró el vientre, del que Siba extrajo las vísceras. Estaba separando las paletillas con una piedra de sílex cuando de pronto aparecieron tres mastines y dos zagales. 

Instintivamente, utilizaron sus armas femeninas para apaciguarlos. La loba depositó en los arbustos gotas de orina que portaba ya las hormonas que atraían a los mastines. 

“La loba poseía ya todo el arte de la seducción, a la loba, en aquel cuerpo esbelto, en aquel lomo arqueado como el de una galga o una podenca, en aquellas orejas triangulares, en aquellos ojos profundos y transparentes de color de ámbar, en aquel cuerpo que a fuerza de desplazarse kilómetros y kilómetros del uno al otro cabo del Páramo, que a fuerza de superar la inutilidad de aquel tercio de la extremidad delantera derecha, hizo su cuerpo escultórico”. 

“La loba, moviéndose como una bailarina de ballet, engañaba a los mastines, los rudos mastines. Pobres esclavos. No sabían nada del rito, del protocolo, del arte, del sortilegio, del amor de los lobos. Pretendían aplastarla con el peso de su torpe cuerpo, pretendían tomarla como a una cualquiera. Pero la loba sabía muy bien, porque lo llevaba escrito en la inteligencia de la especie, que así no se hace el amor en el mundo de los lobos. Pobres, torpes, ineducados mastines, pretendían tomar a Sibila como a una perra y Sibila era una loba”. 

(Audio: «Sibila seductora», Extracto del relato de Félix R. de la Fuente. en su programa de Radio Nacional de España: «Cuento de Lobos» – Fecha de emisión: 05.02.1976) http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-aventura-de-la-vida/aventura-vida-cuento-lobos/1617637/# 

Lo mismo le ocurría a Siba, que detuvo a los zagales contoneando su cuerpo de bailarina y sugiriendo que ofrecía sus encantos a los pastores. Cuando los mastines y los gañanes se enzarzaron en una pelea para ver quien se las quedaba, escaparon. Los zagales pretendían tratar a aquella danzarina como a una vulgar neolítica y ella era la última superviviente de la estirpe de los libres.

Desde entonces emplearon esa estrategia para librarse de sus perseguidores. La Loba y Siba cazaban y comían ovejas rezagadas. Si cuando acababan de matar aparecían los zagales y los mastines que las pastoreaban, volvían a su técnica femenina, que tan buen resultado les daba, de flirtear con los muchachos y los perros encelados para provocar peleas entre ellos y, aprovechando la confusión creada, escabullirse.

––¿O sea, que los matones no lograban nunca hacer el amor con ellas?

––¿Y tú qué sabes que es eso de hacer el amor?

––Claro que lo sé, los mayores me lo explicaron. Esta parte del cuento ya la conté yo muy parecida en el colegio.

––Bueno, veo que la IU te tiene bien asistido, pues sigo yo con mi versión, a ver si coincide con la tuya. 

Un día, quien las interceptó, mientras cazaban una oveja, fue el dueño de la finca. Siba, no opuso resistencia, no quiso arriesgarse a huir y quedó atrapada en manos de aquel amo. La loba, sí logró escapar.

––¿Y Siba dejó de ser libre?

––Dejó de ser libre.

––¿Nora, y tú, cómo sabes este cuento?

––He de confesarte un secreto. No es un cuento. Es una historia verdadera.

––¿De verdad? ¿Cómo es posible? ¿Y cuándo ocurrió?

Nora guarda silencio, como si pensara si procede o no desvelar más detalles.

––Transcurre mientras te lo cuento. Sibila y Siba anduvieron aún estos meses atrás por el Páramo, tonteando con todo pastor y mastín que se les cruzara para sobrevivir. 

––¡Qué dices! ¡Qué el cuento está sucediendo! ¿En este momento? ¿Todo esto que me narras?

––Es un relato virtual a la vez que una matriz real.»

(Continuará)


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Benigno Varillas, autor del libro «Magdalenia»  y de este Blog/PodCast, nació en Asturias en 1953, fue uno de los periodistas de la redacción que inició el diario «El País» en 1976. Fundó y editó con Teresa Vicetto las revistas «El Cárabo» y «Quercus» en 1981, así como, entre otras iniciativas, la ONG «Greenpeace–España» con Remí Parmentier, el oceanógrafo Xavier Pastor y el escritor Manuel Rivas, en 1984. Sus inicios fueron en el «Club de Defensa de la Naturaleza de Gijón», que fundó en 1971 con Roberto Hartasánchez, Alfredo Noval, Ernesto Junco, Miguel Ángel García–Dory y Luis del Valle.

Blog del podcast ‘Cuento de Lobos’

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