(Extracto nº 14 del libro de Benigno Varillas «Magdalenia, los últimos de la estirpe de los Libres», cuya primera edición se publicó el 14 marzo de 2025), pág. 215-216:
«(…)
––La loba no podía cazar a los animales salvajes rápidos. Tenía hambre cuando llegó a una torca rodeada de paredes verticales, una especie de dolmen natural en el que los pastores guardan las ovejas por la noche.
Allí, en medio del circo pétreo encontró una res rezagada, tal vez una hembra preñada primeriza a punto de parir su cría. La oveja, muerta de miedo al ver que no podía escapar del recinto, solo acertaba a balar. Pero ningún mastín vino en su ayuda. Sibila se abalanzó sobre ella, le clavó sus colmillos y cató la sangre dulce, caliente, vigorizante.
Estaba devorando la oveja cuando, en la única entrada que tenía aquel anfiteatro natural, llegó el pastor. Sibila, horrorizada de ver aparecer de repente la silueta del temible ser vertical, del portador de la muerte, se asustó. Siluetas como aquella habían acabado con su padre, con su madre, con sus hermanos, con sus congéneres. Echó a correr presa de terror hacia la salida del recinto, aunque ello le obligara a pasar al lado de aquel demonio, pero era su única escapatoria posible.
El pastor, al verla venir de frente, pensó que iba a por él, que iba a matarle. Sibila pasó a su lado, tan cerca que su pituitaria captó con nitidez las moléculas olfativas, los efluvios que el ganadero emitía en ese momento. Ahí, todo cambió para ella. Descubrió que el hombre tenía al mismo olor que el de la presa a la que acababa de clavar sus colmillos en el cuello. El inalcanzable, el todopoderoso, olía igual que una oveja aterrorizada. Olía a miedo.
El rayo de la muerte no era un ser invencible como ella pensaba. La temía, a ella, a una pobre loba, coja, joven, inexperta, huérfana de un padre que no pudo transmitirle cómo ejercer su potencial, privada de la madre que hubiera podido continuar enseñándola a ser libre y salvaje, a la que le habían aniquilado su clan familiar, dejándola completamente sola.
Eso lo cambió todo. Aquellas moléculas del miedo fueron una revelación; la consagraron como matadora, a la que hasta los machos neolíticos más dominantes tendrían pánico a partir de aquel día. Entendió sus poderes y empezó a ejercerlos. Cazaba ovejas rezagadas, desarrollando habilidades insospechadas. Suplió con ellas los impedimentos físicos que le habían infringido los humanos degradados que se habían erigido en dueños absolutos de la carne. Ese día se convirtió en la gran cazadora, en una Sibila sabia.

––Bueno, por hoy ya basta. Mañana sigo.
––Nooo, un poco más, por fa, dicen los niños a coro.
––Que no. Estos relatos no se cuentan de golpe.
––Oye ¿y quién te ha enseñado este cuento tan bonito?
––El Cuento de Lobos, mi tata Nora, que narra historias y me enseña cosas que solo ella conoce.
––¡Qué suerte!
––También os hablo de lo que yo vi en mi pueblo natal.
Años después, Fel diría de esa etapa de su vida:
“Durante las vacaciones, cuando regresaba a Poz y volvía a ver aves, lobos, zorros y otros animales, yo cosechaba sensaciones con avidez. Las metía en mi cabeza con verdadera obsesión, porque quería luego tener imágenes con las que especular durante todo el invierno, rígido, disciplinado, del internado, tener vivencias para que, cuando tenía que estar quieto y sentado en mi pequeño pupitre y el fraile hablaba de no sé qué cosas, seguramente muy interesantes, pensar yo en mis pájaros, en mis llanuras soleadas, en mi libertad, en mi vida de niño prehistórico, que creo que ha debido ser la época más feliz en toda la historia del hombre”.
(…)
(Continuará)
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Benigno Varillas, autor del libro «Magdalenia» y de este Blog/PodCast, nació en Asturias en 1953, fue uno de los periodistas de la redacción que inició el diario «El País» en 1976. Fundó y editó con Teresa Vicetto las revistas «El Cárabo» y «Quercus» en 1981, así como, entre otras iniciativas, la ONG «Greenpeace–España» con Remí Parmentier, el oceanógrafo Xavier Pastor y el escritor Manuel Rivas, en 1984. Sus inicios fueron en el «Club de Defensa de la Naturaleza de Gijón», que fundó en 1971 con Roberto Hartasánchez, Alfredo Noval, Ernesto Junco, Miguel Ángel García–Dory y Luis del Valle.