(Extracto nº 12 del libro de Benigno Varillas «Magdalenia, los últimos de la estirpe de los Libres», cuya primera edición ha sido publicada el 14 de marzo de 2025):

(…)

«En el internado de Fel, el fraile de guardia apaga la luz del dormitorio. La habitación queda a oscuras. Los ojos de Fel se acostumbran a la penumbra. Se fija en las figuras y rostros que forman los desconchados del techo y de la pared hasta que vislumbra el de su querida tata.

––¡A dormir!, ordena el cura en tono autoritario antes de irse. Pero Fel mantiene sus ojos redondos más abiertos que nunca. Los niños, que fingían dormir bajo el embozo de la sábana, se van destapando la cara uno a uno. Los diez pares de ojos con los que comparte el dormitorio le miran.

––Venga, Fel, cuéntanos más del Cuento de Lobos.

––Hoy narraré algo muy particular, y único, que me ocurrió. Ante la llamada a la persecución del temido y odiado lobo solitario, los más aguerridos hombres de mi pueblo formaron una cuadrilla para ir a matarlo. 

(Audio: La batida de lobos, relatado por Félix R. de la Fuente. Extracto de su programa en Radio Nacional de España: «Cuento de Lobos» – Fecha de emisión: 05.02.1976) http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-aventura-de-la-vida/aventura-vida-cuento-lobos/1617637/# 

Gracias a mi padre, logré que aceptaran que pudiera ir con ellos a la batida del lobo. De pronto, me vi metido en el cuento que narro. Radiante me presenté de madrugada con mis prismáticos al cuello en el soportal de la plaza del Ayuntamiento. Era el punto de reunión y de partida de la cuadrilla de cazadores. Subimos al Páramo y me colocaron con un pastor en un portillo roqueño barrido por el cierzo.

––Caramba, chico, yo necesito unos anteojos como esos, que ya empiezo a tener mala vista, me dijo.

––Es el regalo de mis padres por haber aprobado el ingreso del Bachillerato, contesté.

––Bueno; te ha tocado conmigo en este portillo, que lo llaman precisamente del lobo, aguardando a que pase por aquí esa fiera. Daremos buena cuenta de ese maldito.

––Pero yo no tengo escopeta.

––Tú mira, que yo disparo. Avísame cuando veas algo.

––A mí me da pena que maten a un animal, le dije.

El pastor me miró con desprecio y me habló bajito, a la oreja, metiéndome por el oído su espeso mostacho, amarillento del enésimo cigarrillo que sostenía en la mano.

––“Los lobos, hijo, son muy malos. Hay que matarlos. Nos quitan el ganado, que es nuestra vida, que es nuestra riqueza y no se lo vamos a consentir, no. Y ahora, chiquito, estate callado y quieto que ya se oyen venir cerca a los ojeadores. Si tenemos suerte, quizás nos entre el Can por este portillo y, desde luego, los tiros que le voy a descerrajar van a terminar para siempre con sus andanzas”.

Mientras los finos copos de nieve se clavaban en mi rostro traídos por el viento, llegaron los gritos de los ojeadores intentando meter a los lobos delante de los cañones de las escopetas. 

Oteé las peñas con todo detenimiento. De pronto, en el horizonte, algo gris se recortó en las rocas del Páramo. Dirigí hacia allí mis prismáticos y vi un animal hermoso, grande, de color gris cano. 

No era en absoluto la fiera abyecta y terrorífica que me habían descrito siempre. Su aspecto no era monstruoso, sino todo lo contrario.

Estaba parado y miré hacia él. Tenía la cabeza más grande que un perro lobo, la frente más amplia, las orejas más pequeñas y separadas. Sus ojos de color amarillo acaramelado miraban con nobleza. ¿Por qué me perseguís? Necesito la carne para vivir. Tengo la obligación de sacar adelante a los míos. Yo también tengo mi loba y mis lobeznos. Si puede haber carne para todos, ¿por qué queréis quitarme la vida?

Aprovechando que el viejo al que acompañé en la batida no se había percatado de la presencia del lobo y miraba distraído para otro lado, me puse en pie, sin dejar de mirar por los prismáticos, hablándole, gritándole, en mi interior.

––¡Huye, lobo, huye! ¡Sálvate!

Al momento, la silueta de gran lobo cano se esfumó entre las peñas. Fue imposible ya encontrarle y darle muerte».

(…)

«(Continuará)

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Benigno Varillas, autor del libro «Magdalenia»  y de este Blog/PodCast, nació en Asturias en 1953, fue uno de los periodistas de la redacción que inició el diario «El País» en 1976. Fundó y editó con Teresa Vicetto las revistas «El Cárabo» y «Quercus» en 1981, así como, entre otras iniciativas, la ONG «Greenpeace–España» con Remí Parmentier, el oceanógrafo Xavier Pastor y el escritor Manuel Rivas, en 1984. Sus inicios fueron en el «Club de Defensa de la Naturaleza de Gijón», que fundó en 1971 con Roberto Hartasánchez, Alfredo Noval, Ernesto Junco, Miguel Ángel García–Dory y Luis del Valle.

Blog del podcast ‘Cuento de Lobos’

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