Cazadores primigenios vs matarifes actuales

«Pasé cuatro días en la selva de Ituri viviendo con un grupo de pigmeos. Filmé todas sus actividades, incluidas sus maravillosas danzas zoomórficas. Su manera inimitable de rastrear una pieza de caza; en fin, su vida, que pertenece ya a otra era. (…)

Durante el viaje he realizado cuatro reportajes para Televisión, todos ellos basados en presentar al cazador africano como un ser deleznable, que matando a unos pobres animales trata de autoconvencerse de un valor del que siempre carece, refiriéndose al cazador de rifle que masacra la naturaleza por diversión o deporte” (…)


(Félix R. de la Fuente. Correspondencia. En carta a Jean F. Terrasse, París 1966. Recogida en la biografía de Félix, agotada y descatalogada, aún disponibles últimos ejemplares para bibliófilos, tras una subasta realizada en 2019. Con su adquisición ayudas al autor a reeditar la obra, en una autoedición ampliada. Ver: https://elcarabo.com/producto/765/).

«Era la época en que Televisión Española enviaba al mundo los primeros equipos de aventureros, en el verdadero sentido de la palabra, a realizar reportajes que se publicaban bajo el título genérico de A Toda Plana«.

«Yo propuse a Televisión irme a África para hacer cuatro capítulos para aquel programa, uno de ellos sobre los pigmeos. Sabía que encontrar a los pigmeos era difícil. Es un pueblo de cazadores nómadas perdidos en la selva infinita del Congo, concretamente la selva de Lituri, quizá la más impenetrable, y por aquel entonces, por si fuera poco, en guerra. El «equipo» estaba constituido por dos personas. Una especie de loco y un gran técnico, Jesús Valero, buen amigo, viejo profesional de la televisión. Íbamos a hacer nada menos que cuatro películas completas de media hora sobre «algo tan espantoso», si se mira bien, como los salvajes de la selva del África y los animales de las inmensas llanuras de Kenia y de Tanzania».

«Comenzamos el viaje donde se empiezan los grandes viajes: en Nairobi. Contratamos un Land Rover con pertrechos y guía. Era un hombre excepcional, mahometano, de nombre Amet, que tenía una serie de particularidades asombrosas, entre ellas la de que hablaba muchos dialectos del África oriental y central. Recorrimos parte de Kenia y de Tanzania, pasamos a Uganda y llegamos a la frontera oriental del Congo. Había allí un letrero que leímos con todo detenimiento y que decía: «Entran ustedes en un país que se encuentra bajo una revolución interior. No podemos garantizarles su vida. Penetra usted aquí bajo su responsabilidad». 

Llegamos a un poblado hecho de casas minúsculas. Por primera vez vi lo que para mí constituía un sueño y una ilusión: un grupo de hombrecillos de un metro cuarenta de estatura, de cuerpos maravillosamente constituidos, seres humanos que todo lo que tenían de pequeñez lo tenían de gracia, de agilidad en los movimientos, de penetración en la mirada, de posibilidades en la mímica. Eran como esas esencias que resumen y que sintetizan las particularidades de un perfume, dándoles más fuerza. Así eran para mí los pigmeos». 

(Extracto de “Félix Rodríguez de la Fuente. su vida, mensaje de futuro”. Primera Edición, 2010.
Disponible en https://elcarabo.com/?s=felix&post_type=product

100 años Félix
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