(Extracto nº 9 del libro de Benigno Varillas «Magdalenia, los últimos de la estirpe de los Libres», cuya primera edición ha sido publicada el 14 de marzo de 2025):

«(…)

––Pero, Tata, la loba se va a quedar coja, dice Fel con los ojos cerrados, como considerando que lo que acaba de oír es un fallo en la historia, como sugiriendo a la narradora que tras esa dramática escena rebobine y quite esa desgracia.

Implora, pidiendo cambie el curso de la historia, negándose a aceptar que eso le pueda pasar a su loba. Sabiendo que es potestad del que transmite la información recrear lo sucedido sugiere anular lo que no proceda contar, o incluso inventarse lo que sea para que evitar la consecuencia del horror sufrido, anular lo ocurrido haciendo salir del relato. Pero la voz de la tata no le responde. Abre los ojos y no ve espectro alguno a su lado. Las formas y siluetas en las grietas del techo ya no se mueven. No ve en ellas ningún rostro. En la penumbra no surge ninguna cara. El rostro de Nora se ha esfumado. No hay opción a no aceptar la realidad.

Mirando las sombras del techo sus ojos empiezan a parpadear. Agotado de tanta desgracia que cae sobre la pobre loba, el niño cae rendido, se le cierran los ojos, y se duerme.

 En la profundidad del sueño, en su cabeza, en su cerebro, una voz, que no es la de su tata, resuena.

“Una loba, en tres patas. Corriendo, llena de barro, de sangre, de terror. La última loba del Páramo, en tres patas. Dejando un reguero de sangre roja, de vida, de la última sangre de los lobos. Por la ladera arriba”. 

“¿A dónde va la loba, la desdichada, la última loba? Por la ladera arriba. Hacia el viejo roble, donde pasó su infancia”

“Subió a refugiarse entre las raíces del gran roble. Allí apoyó el muñón contra la arena para cortar la hemorragia”. 

“Había perdido mucha sangre. Su cuerpo quedó inmóvil. La loba, la última loba del Páramo, estaba a las mismas puertas de la muerte”.

––¡No, no, no quiero que se muera; no quiero que se muera!, grita en sueños.

––¿Qué te pasa, Fel? ¿Tienes una pesadilla?, le pregunta el compañero de la cama de al lado.

Fel, sudando, jadeando, se despierta. Levanta medio cuerpo en la cama. Ve que está en la oscura habitación del internado y no en la guarida del viejo roble. Aquella parte del Cuento de Lobos le deja claro que su infortunio, la desazón que le produce sentirse preso en el internado de un colegio urbano, era nada, comparado con el sufrimiento al que los neolíticos sometían a los seres libres proscritos. Los humanos paleolíticos y el lobo necesitaban ayuda.

––No, no, … dice Fel, solo recordaba un cuento.

––¿Qué cuento? ¿Podrías contármelo en voz baja? Tu grito me ha desvelado y el cura no ha oído las voces que diste en sueños, porque no viene, así que no hay peligro de que nos pille.

––Vale, pero bajito. No quiero que me castiguen. Es la historia de una joven loba que sobrevivió a los alimañeros, a los cazadores, al veneno, pero acaba de perder una pata en un cepo, la pata delantera derecha. Al quedar coja, no va a poder cazar, ni siquiera a las ratas de agua, o a las ranas, y eso me ha dolido.

––Jo, que bien, un cuento de lobos. Con lo que a mí me gustan los cuentos. Sigue, sigue.

––La loba, al quedar coja, no podrá alcanzar a ningún animal, así que solo le queda recorrer los acantilados de las buitreras, a ver si de las repisas de los cortados cae alguno de los trozos de carne que los leonados regurgitan para dar de comer a sus pollos.

––¡Qué asco! Comer carne vomitada, puaf. ¡Pobre loba!

––Y que lo digas. Pero le pasó lo mismo que me ocurrió a mí un día que mi madre me dejó ir solo al Páramo, a ver a los patos de una charca que hay cerca de la casa de mi abuela. Bueno, cerca, estará a tres kilómetros.

––Eso es lejísimos, dice el de la cama de al lado.

––Yo ando mucho. Jugando en el campo hay que estar caminando todo el día,

––Claro, yo vivo en medio de la ciudad y no me dejan salir solo del piso de mis padres y cuando salgo debo ir cerca.

––Como en el colegio, que no te dejan estar al aire libre.

––Pero sigue con el cuento, anda, que es emocionante.

––Un día, al pasar cerca de una charca, la loba olería la sabrosa carne de los patos azulones. Abalanzándose sobre ellos, coja, no lograría alcanzarlos. Solo conseguiría que volaran, así que se acercó despacio y le ocurrió lo que a mí. 

––¿Y a ti, qué te paso?, le pregunta el compañero.

––Aquella tarde, avancé por el Páramo hacia la lagunilla. 

Había visto las cabezas levantadas de los patos cerca de la orilla y veía que los patos no huían. 

En la oscuridad de la habitación un compañero protesta.

––¡Eh!, vosotros. Os estoy oyendo.

––Perdón. No quería molestar, se disculpa Fel.

––No, no, si es todo lo contrario lo que quiero es que hables más alto, que hay partes de tu narración que no las oí bien y me las he perdido.

––Bueno, sigo contando cómo, yo mismo, hice lo que la loba, que fue levantarle un pato a un halcón.

––Sí, claro.

––¡Eh, que yo también lo quiero oír!

––Y yo, y yo, suenan a coro en la oscuridad de la habitación la voces de varios niños.

––¡Chiiiiiiis!!! Hablad bajo, que como venga el cura nos la vamos a cargar. Si no hacéis ruido, sigo.

––Venga nos callamos, pero tú sigue.

––“Me acerqué a 200 metros y, asombrosamente, los patos no se levantaban. Caminé agachado hasta los 150 metros, y permanecían en la charca, llegué a los cien, y seguían sin levantarse. Yo estaba asombrado. Aquella mañana los patos no se asustaban de mí. Ante tal situación y tal emoción, tomé aliento, me eché al suelo, y avanzando como había visto que hacían los indios en las películas, me fui acercando, metro a metro hacia la laguna de los patos hasta llegar a los veinticinco, a los quince y a los diez metros”.

––¿Qué sucedía?, pregunta un niño. 

––Eso me preguntaba yo. “¿Por qué no se levantaban aquellas aves viajeras? ¿Qué es lo que las tenía hechizadas, hipnotizadas? ¿Acaso era yo portador de una fuerza desconocida?” 

“Asombrado, en el colmo de la dicha y al mismo tiempo de la curiosidad, me puse en pie y corrí hacia los patos, que estaban allí, al alcance de mis manos. Desde aquella distancia entreví sus picos de color naranja, los cuellos verdes, los espéculos azules de los patos que estaban inmóviles, ocultos entre los carrizos. Entonces, la bandada, que estaría integrada por unos veinte individuos, se puso en vuelo al unísono. 

Sus alas freñían en el aire y las gotas de agua helada, que levantaron al despegar de los carrizos me llegaron impulsadas por la brisa. Mojaron mi cara y cuando estaba viendo los patos a escasos metros yéndose delante de 

––¿Qué es unísono, Fel?

––A la vez.

Halcón peregrino en picado, dibujado por Pierre Déom en la portada de la revista El Cárabo. Para obtener estos 4 cuadernos dedicados a esta especie en estas fabulosas monografías, pulsa en estos enlaces:
23: El halcón peregrino I
24: El halcón peregrino II
25: El halcón peregrino III
26: El halcón peregrino IV
27: El halcón peregrino V.

––¿Y freñir?

––El zumbido que hacen las plumas de las alas de un ave cuando las va batiendo muy rápido.

––¡Qué de palabras raras te sabes, Fel!

––“Apenas tuve tiempo de levantar los ojos cuando una masa compacta, alargada, de brillo metálico, chocó en el cielo delante de mí con uno de los patos y lo fulminó. Estaba preguntándome qué demoníaca fuerza era aquella, cuando el proyectil se transformó en una hermosa ave. Era un halcón peregrino. Había estado sobrevolando la charca sin yo verle mientras me acercaba reptando. El halcón era lo que los mantenía inmóviles. Los patos se mantenían pegados al suelo porque sobre su cabeza volaba su enemigo mortal”. 

Algo parecido le pasó a Sibila. De pronto la loba vio caer fulminado a pocos metros de distancia a uno de los patos que acababa de espantar, al tiempo que oía un zumbido encima de su cabeza. El proyectil viviente se posó en la tierra. 

Era un halcón peregrino que, aprovechando que la lobita se los había levantado, había cazado a uno de los patos. La loba miró al halcón que giraba sobre su cabeza. Volviendo la cabeza vio cómo hacía vuelos cada vez más cortos y terminó posándose en la anátida. 

El halcón arrancó la carne palpitante del pato devorándola con avidez, pero apenas llevaba comidos una cientos de gramos cuando se sació. Dejó el resto a la loba que pudo así recuperar sus fuerzas, pero sobre todo, pudo captar, con su gran memoria asociativa, que si espantaba los patos al halcón comía él y luego comía ella. Había descubierto una forma de caza conjunta que favorecía a los dos.

––¿Y tú qué hiciste cuando te pasó eso mismo?

––“Volví corriendo al pueblo y pregunté a mi abuelo qué podía ser aquel ave. Me dijo que seguro era un halcón. Busqué en el diccionario la palabra halcón y leí: «Ave empleada en cetrería». Busqué la palabra cetrería, y me enteré que es «la Forma de caza con rapaces, hoy en desuso«, así fue como descubrí que hace tiempo el halcón había llegado a ser un aliado de los humanos para conseguir ambos la comida”. 

––¿Y cómo se podrá entrenar a un halcón para que cace?

––Eso lo he de investigar, hasta conseguir hacerlo.»

(Continuará)


Colabora con esta iniciativa que BV realiza sin más apoyo que el de sus lectores


(Suscríbete a las próximas entradas de este blog, iniciado en junio de 2025 con extractos del libro «Magdalenia» 

Pulsa Aquí, para adquirir el libro «Magdalenia, los últimos de la estirpe de los Libres»; ayudarás así a que el autor pueda trabajar en los tomos siguientes).  

Pulsa Aquí para recibir en tu buzón de e-mail los próximos extractos de la novela «Magdalenia».

Pulsa aquí y participa en el Crowdfunding que hará realidad los 4 tomos de «Magdalenia». 

Benigno Varillas, autor del libro «Magdalenia»  y de este Blog/PodCast, nació en Asturias en 1953, fue uno de los periodistas de la redacción que inició el diario «El País» en 1976. Fundó y editó con Teresa Vicetto las revistas «El Cárabo» y «Quercus» en 1981, así como, entre otras iniciativas, la ONG «Greenpeace–España» con Remí Parmentier, el oceanógrafo Xavier Pastor y el escritor Manuel Rivas, en 1984. Sus inicios fueron en el «Club de Defensa de la Naturaleza de Gijón», que fundó en 1971 con Roberto Hartasánchez, Alfredo Noval, Ernesto Junco, Miguel Ángel García–Dory y Luis del Valle.

Blog del podcast ‘Cuento de Lobos’

El mensaje de Félix Rodríguez de la Fuente:

Novela histórica de Félix Rodríguez de la Fuente

Descubre el entorno histórico que rodeó a Félix Rodríguez de la Fuente y profundiza en el fascinante mundo de la España antigua, con experiencias y conocimientos únicos.
oo0oo
Solicita tu ejemplar del primer tomo de la novela de la infancia y juventud de Rodríguez de la Fuente entre 1928 y 1948. Pulsa este enlace: https://elcarabo.com/producto/magdalenia-i-los-ultimos-de-la-estirpe-de-los-libres/